Un Consejo Pastoral

El servicio que la comunidad nos confía es, fundamentalmente,
una tarea de escucha, de oración y de testimonio.
En nuestra vida se transparenta la manera de elegir que tiene el Señor
que se hunde en el misterio del amor gratuito.
Jamás llama en virtud de los méritos personales, sino simplemente porque él quiere.
Por eso, la metodología de trabajo debe ayudarnos a los hermanos
a tomar conciencia de la gratuidad del amor del Señor,
de la fraternidad como respuesta a la gracia.

Y, sobre todo, nos debe ayudar a no callar
“lo que hemos visto y oído acerca de la Palabra de Vida” (cfr 1Jn 1,1).


Atentos a la voz del Padre

El discernimiento de su proyecto no es un acto aislado ni mucho menos individual. Es siempre un camino eclesial, comunitario y personalizador.
Y el Padre Dios nos habla de múltiples formas. En primer lugar y, esencialmente, desde la Palabra de su Hijo Jesús. Eso significa no sólo tener la Biblia a mano, sino también dejarnos empapar por la luz del Espíritu de Dios que nos ayuda a interpretar nuestras vidas al calor de esa Palabra.
La Palabra del Hijo también se hace oir en la voz de nuestros Pastores que nos invitan a tomar conciencia de lo que está sucediendo a nuestro alrededor y a consensuar caminos pastorales comunes que respondan a esa realidad.
Nos habla el Señor, precisamente, desde la realidad que nos reclama según un lenguaje cultural concreto. Es una invitación a leer en comunidad los signos de la presencia del Resucitado en la vida de nuestro pueblo: su anhelo de solidaridad y de justicia, la cooperación espontánea entre los pobres y la búsqueda de respuestas a los desafíos que aplastan la dignidad humana.


Atentos a la voz de la comunidad

Si donde dos o tres estén reunidos, allí está el Señor presente, actuando, creando fraternidad, conduciendo.
La manera concreta y simple de experimentarlo es dialogando.
Allí, en el diálogo, la comunidad cristiana se convierte en testimonio de posibilidades nuevas: de frente a los golpes que la exclusión social hace sentir en los hermanos, la comunidad incluye; de frente a las diferencias sociales tan acentuadas la comunidad nos hace iguales, hermanos; de frente a la herida que deja la opresión de los poderosos, la comunidad proclama el servicio solidario como alternativa.

Y no se trata sólo de compartir ideas. También -fundamentalmente- hay que compartir el paso de Dios por la propia vida.


Atentos a los desafíos sociales

Que son muchos y variados. El Señor no nos llama para autocomplacernos en la comunión. La comunión fraterna es requisito indispensable para la misión: “Lo que hemos oido... visto... y tocado es lo que les anunciamos... para que nuestra alegría sea competa” (cfr 1Jn 1,1-4).
En comunidad se organiza la misión, la tarea. No se trata de hacer cosas buenas por el solo hecho de que son buenas. Se trata de llevar a cabo el proyecto de vida que Dios tiene para su pueblo.

La justicia, la solidaridad, la paz, la cooperación social, la dignidad humana, la lucha por la vida... No son sólo deseos abstractos. Es la utopía del evangelio que se hace cultura y liberación. En comunidad siempre. No somos francotiradores del evangelio. El Señor jamás envió solo a nadie a anunciar la Buena Noticia. Siempre se parte de una comunidad para volver a ella.


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