Sigue siendo Pascua

Para serte sincero, no es una invitación a la misa. No estoy convidándote a sentarte en un banco de la Iglesia y ser uno más el sábado a la noche. Ni ninguna otra noche.
Quiero proponerte que abramos los ojos en la oscuridad de la noche de la pascua. Cuando ya sea noche cerrada. Y, de la mano, hacernos compañía para permanecer en vela y mirar.
De noche.
De noche pareciera que se sienten libres nuestras oscuridades interiores, que por esa curiosa atracción suelen encontrar abrigo en oscuridades ajenas. De noche solemos ver bandadas de adolescentes aturdidos de alcohol. O de droga. La salida del sol los encuentra a muchos de ellos desayunando hastío en cualquier esquina, después de haber vomitado lo mejor de juventud porque hace rato que sienten náuseas de sus cosas.
Y de noche también vuelven satisfechos a sus madrigueras, henchidos de dineros frescos y placeres mutilantes de reflexión los fogoneros de la infelicidad de esos mismos jóvenes.
De noche salen ejércitos de hombres y mujeres en carros de tracción a sangre hambreada para tironearse cartones y papeles que cada vez más organizadamente el día les junta. Siempre alguna fruta se encuentra: es suficiente limpiarla un poco y sacarle la parte fea, como siempre nos recomienda mamá. Es la capacidad de seguir encontrando posibilidades en el despojo ajeno. Es la virtud de buscar y salvar lo que se había perdido.
De noche la guardia del hospital público pierde su calma cuando chillan de fiebre los más chiquitos y sus mamis no entienden bien de qué se trata. También cuando el buen médico siente que su ciencia se limita en la escasez de recursos.
De noche... ¡Cuántas vidas se desgranan en la oscuridad de la noche! ¡Y cuántos son los que desgranan vidas ajenas!
De noche.
En ese preciso instante la madrugada ya emprendió su retorno como si estuviese arrepentida de habernos abandonado por un rato. La noche no nos promete el día: nos lo da. No se va en promesas, sino en cumplimientos certeros.
¡Quién no gastó noches en charlas eternas con amigos! ¡Cuántas veces nos hemos quedado dormidos, serenos, en brazos de la persona amada! De noche, las madres hacen vela inquieta hasta no oir que el picaporte de la puerta se cierra porque la más chica ya volvió. De noche dos o tres cristianos llenos de utopía oran por una mañana más luminosa. De noche los pequeños descansan, mientras que quien los ama sigue siendo fiel a sus sueños.
De noche.
También, en la espesura de la noche la tumba cristiana queda definitivamente sola, vacía. Deja la tumba nocturna de ser culto para expulsar de sí al que vive y sigue viviendo ahora. La tumba de la pascua es útero maduro que da a luz al que es capaz de revertir todas -¡todas!- las situaciones de muerte y desesperanza. ¿Y por qué nos empecinamos en seguir buscando entre las cosas muertas al que está vivo? En mis noches y en las tuyas. Vive, luminoso, en las noches interiores, esas que no sólo no te dejan ver, sino que ni siquiera te permiten el atrevimiento de avanzar a fuerza de decisiones oscuras. Vive en la oscuridad de tu fe. Vive en las ganas de una familia reconciliada. ¡Vive! ¡Resucitó y vive!
Y se hace de día. Finalmente.
Por eso no quiero sólo que ocupes un banco en la noche de la pascua. Quiero que seas luz en la noche de este mundo. Quiero que seas, para tu gente, certeza de que la luz ya llega. Quiero que te conviertas en aliento esperanzado. Que tengas desde hoy una mirada pacificadora, serena, transparente.
Como la mirada de Jesús, capaz de arrastrar tras de sí a quien se atreva a dejarse mirar.
Y amar.
Aunque sea de noche.

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