Credo del Sur

Creo en Dios, que es un Padre, el Padre,

de quien proviene y en quien se sostiene toda vida;

capaz de amar hasta el punto de lograr que nuestros corazones lo amen en libertad.

Y creo en su obra, el cielo y la tierra;

el cielo de ésta y de todas las noches

y la tierra a la que amablemente bautizamos con el nombre de “patria”.

Creo en Dios, que es Madre también,

el vientre primordial y eterno, la vida primera y fontal,

en donde abreva toda ternura y calidez.

Creo en Jesús, el Señor que debe venir.

Que desde el pesebre de Belén ilumina la noche de la humanidad.

Y reconvierte en luminarias

a todos los que decidieron cobijarlo y aceptarlo como Niño.

Y también le creo a la Madre,

quien desde Nazareth viene gestando un “sí” genuino y liberador:

el de los pobres de Yaveh, el del resto fiel y germinal;

“sí” virgen en el que una Iglesia virgen se entronca

toda vez que se reencuentra con su más fina identidad.

Sigo creyéndole a la madre de Caná de Galilea,

procuradora cotidiana del buen vino en las mesas frágiles e incipientes;

a la madre fuerte de Jerusalén,

despojada ella misma de todo querer ajeno al del Cordero inmolado;

y le creo a la madre fecunda del Cenáculo,

tierra nueva y cielo nuevo para una Iglesia del Espíritu,

que es fuego y brisa entre los hombres.

Creo que Jesús murió y descendió a lo más hondo de la condición humana.

Al infierno de la mentira instalada como sistema;

al lodo de la marginalidad que corroe no sólo la conciencia del amor gratuito

sino también la dignidad;

y creo que sigue descendiendo

a los deshumanizadores centros de poder que,

en nombre de Dios y de la religión, de la verdad y del progreso,

obturan todo atisbo emergente por diverso o cuestionante.

Pero también –y por sobre todas las cosas- creo que Jesús de Nazareth resucitó y vive.

Para la identidad y la reconciliación de hombres y mujeres sedientos de cielo;

para la paz y la justicia de niños y jóvenes, devueltos a sus sueños y esperas;

porque una raza humana liberada resurja cada mañana de sus rencores

y sobreviva a sus desmemorias.

Resucitó y vive para que la Comunidad de discípulos

abra definitivamente las puertas del lugar donde estuvieron reunidos

por temor y años

y diga lo suyo con la sola fuerza de la palabra y del testimonio;

para que sus puertas dejen de ser barreras

y se reconstituyan en excusas para la inclusión;

para que desaparezca toda forma de dominio de un discípulo sobre otro,

en nombre de prerrogativas distintas de la bautismal.

Resucitó y vive para que todo hombre y toda mujer descubran

la razón de su existir y no tengan necesidad de esconder nunca más

su rostro avergonzado por el pecado o el fracaso, por el error o la perplejidad.

Creo que resucitó y vive para que nunca más

una minoría dirigencial ignorante del hambre

determine quién come, qué se come, cuándo y en qué cantidad;

para que nunca más una selecta minoría religiosa

domine las conciencias y las mutile,

haciendo difícil el encuentro con el Padre de la misericordia;

para que nunca más pequeños grupos violentos

contagien su propio temor a la vida.

Creo que resucitó y vive para que podamos soñar con una tierra de hermanos,

donde la madre naturaleza deje de tomarse revanchas

y nos amenace la vida;

donde a cada familia le corresponda un hogar

y a cada niño un padre y una madre;

donde el enfermo tenga médico y el médico tenga medicina;

donde el que no sabe tenga maestro y el maestro, memoria.

Donde el que busca la verdad simplemente la encuentre y haga de ella una bandera.

Creo en el Espíritu Santo, Señor y Vivificador.

Que tiene la tonada y la cadencia de la comunidad reunida por el Resucitado.

Que no se deja encadenar a títulos y jerarquías.

Que sigue ungiendo con su perfume a todos aquellos

que reciben la Buena Noticia del Señor Jesús

y no les permite el anonadamiento de su fe y de sus luchas.

Creo que la Iglesia una y santa subsiste en esta comunidad católica

hasta que todos las mujeres y todos los hombres

sean invitados a formar parte del único rebaño,

bajo el cayado del Único y Buen Pastor.

Creo que esta Iglesia pide perdón y es perdonada cada noche

por haberse olvidado del Cristo pobre y débil

adormecida en el dinero y el narcisismo;

por haberse olvidado que ella es Comunión de todos y no élite de puritanos;

que es mesa de pecadores y no banquete de satisfechos.

Y creo que esta Iglesia canta cada mañana

la verdad joven de quien la rejuvenece y transfigura;

que sigue siendo arcilla en manos de su Único Alfarero;

vasija que da a luz al único Tesoro

que capacita para hacer de toda mujer y de todo hombre que viene a este mundo

lo que el Padre siempre soñó para ellos: Jesucristo.

A él sea siempre la gloria y el honor,

el poder y la alabanza por los siglos eternamente. Amén.

Un Consejo Pastoral

El servicio que la comunidad nos confía es, fundamentalmente,
una tarea de escucha, de oración y de testimonio.
En nuestra vida se transparenta la manera de elegir que tiene el Señor
que se hunde en el misterio del amor gratuito.
Jamás llama en virtud de los méritos personales, sino simplemente porque él quiere.
Por eso, la metodología de trabajo debe ayudarnos a los hermanos
a tomar conciencia de la gratuidad del amor del Señor,
de la fraternidad como respuesta a la gracia.

Y, sobre todo, nos debe ayudar a no callar
“lo que hemos visto y oído acerca de la Palabra de Vida” (cfr 1Jn 1,1).


Atentos a la voz del Padre

El discernimiento de su proyecto no es un acto aislado ni mucho menos individual. Es siempre un camino eclesial, comunitario y personalizador.
Y el Padre Dios nos habla de múltiples formas. En primer lugar y, esencialmente, desde la Palabra de su Hijo Jesús. Eso significa no sólo tener la Biblia a mano, sino también dejarnos empapar por la luz del Espíritu de Dios que nos ayuda a interpretar nuestras vidas al calor de esa Palabra.
La Palabra del Hijo también se hace oir en la voz de nuestros Pastores que nos invitan a tomar conciencia de lo que está sucediendo a nuestro alrededor y a consensuar caminos pastorales comunes que respondan a esa realidad.
Nos habla el Señor, precisamente, desde la realidad que nos reclama según un lenguaje cultural concreto. Es una invitación a leer en comunidad los signos de la presencia del Resucitado en la vida de nuestro pueblo: su anhelo de solidaridad y de justicia, la cooperación espontánea entre los pobres y la búsqueda de respuestas a los desafíos que aplastan la dignidad humana.


Atentos a la voz de la comunidad

Si donde dos o tres estén reunidos, allí está el Señor presente, actuando, creando fraternidad, conduciendo.
La manera concreta y simple de experimentarlo es dialogando.
Allí, en el diálogo, la comunidad cristiana se convierte en testimonio de posibilidades nuevas: de frente a los golpes que la exclusión social hace sentir en los hermanos, la comunidad incluye; de frente a las diferencias sociales tan acentuadas la comunidad nos hace iguales, hermanos; de frente a la herida que deja la opresión de los poderosos, la comunidad proclama el servicio solidario como alternativa.

Y no se trata sólo de compartir ideas. También -fundamentalmente- hay que compartir el paso de Dios por la propia vida.


Atentos a los desafíos sociales

Que son muchos y variados. El Señor no nos llama para autocomplacernos en la comunión. La comunión fraterna es requisito indispensable para la misión: “Lo que hemos oido... visto... y tocado es lo que les anunciamos... para que nuestra alegría sea competa” (cfr 1Jn 1,1-4).
En comunidad se organiza la misión, la tarea. No se trata de hacer cosas buenas por el solo hecho de que son buenas. Se trata de llevar a cabo el proyecto de vida que Dios tiene para su pueblo.

La justicia, la solidaridad, la paz, la cooperación social, la dignidad humana, la lucha por la vida... No son sólo deseos abstractos. Es la utopía del evangelio que se hace cultura y liberación. En comunidad siempre. No somos francotiradores del evangelio. El Señor jamás envió solo a nadie a anunciar la Buena Noticia. Siempre se parte de una comunidad para volver a ella.


El Pregón Pascual

Alégrese (chamamé)

Alégrese en el cielo
el coro de los ángeles,

que salten, canten, bailen

porque esta noche van a ver

una victoria grande

que van a tener que contar

cuando la acordeona ‘el cielo

comience a resonar.



Que goce también la tierra inundada de tanta luz

que brille con el resplandor
de nuestro rey Jesús
porque esta noche la oscuridad
del mundo entero
hay que alumbrar.


Alégrese también
nuestra santa madre la Iglesia
y que se ponga linda
porque esta noche va a brillar
y que hasta las paredes
de este templo del Señor
se escuchen junto a las voces
de todo el Pueblo de Dios.


Esta es la noche (chacarera)

Esta es la noche que de Egipto
sacaste a los hijos de Israel
y los llevaste a su tierra
cruzando el mar Rojo de a pie.

Esta es la noche en que el mal
con el pecado se esfumó,
con el resplandor del fuego
la tiniebla se disipó.

Esta es la noche en que a todos
los que creen en Cristo
esparcidos por el mundo entero
los llama el Señor.

Liberados de los vicios
y de las tinieblas del error
hoy nos vuelve a la gracia
y nos une a todos los santos.

Esta es la noche en que Cristo
rompió los lazos de la muerte
y de la tumba vacía
saló airoso nuestro rey.

Pa’ qué nos habría servido
haber nacido alguna vez
si no hubiese redimido
Cristo el corazón doblez.

De en serio fue necesario
aquel pecado de Adán
que fue limpiado por Cristo
al sufrir, morir y resucitar.

¡Qué grande es la bondad
que nos ha tenido el Tata Dios!
Pa’ rescatar al esclavo
entregó a su Hijo por amor.


¡Feliz culpa! (vidala)

Feliz la culpa

que nos mereció

tan noble y tan gran Redentor.


La santidad de esta noche (vidala)

Por eso la santidad de esta noche
aleja toda maldad, las culpas va a lavar.
Devuelve la inocencia a los caídos
y la alegría a los afligidos.

Disipa los odios, trae la concordia,
rompe toda soberbia y nos da la paz.


Noche feliz
(carnavalito)

Sabemos ya que esta vela encendida por las brasas
anuncia la gloria de Dios y aunque ella siempre da luz
no tiene menos claridad.

Porque ella quema la cera que se derrite al alumbrar
y con su mano natural la madre abeja en el panal
hizo crecer esta antorcha.

Noche feliz en la que el cielo
a la tierra se unió,
lo divino con lo humano
se dan la mano para cantar.

Por eso te pedimos Dios que esta vela consagrada a vos
pa’ destruir esta oscuridad arda pa’ siempre en tu altar
y se asocie con el Astro celestial.

Y que el Lucero matinal la encuentre ardiendo al aclarar
aquel Lucero sin igual, que murió y resucitó
pa’ nunca más volverse a apagar.

Jesucristo, el Señor
sereno relució
Pa’ toda la humanidad

viviendo y reinando siempre. Amén.

Agenda

23 de junio a las 18:
Celebración de la Confirmación en la Capilla San José.

23 de junio a las 21:
Consejo Pastoral en San Ignacio.


30 de junio a las 16:
Misa para los ancianos y enfermos. No hay celebración a las 18.


4 de julio a las 20:
Encuentro zonal de Consejos Pastorales - Parroquia San Roque (Villa Corina).


Horarios

secretaría parroquial
martes a viernes de 10 a 12 y de 17 a 20
(0054 351) 451-5175
sanignaciodeloyola@uolsinectis.com.ar

Grupo de Oración
miércoles a las 20

Ministros de la Comunión
Primer martes a las 19:30

Grupo Scout "Cutaquelén"
Sábados de 15 a 18

Monaguillos - Martas y Marías
Sábados de 10 a 12

A.A.
Miércoles y Domingos de 20 a 22



Nueva Evangelización y Catequesis

Objetivos

Si bien el objetivo es doble, dado que estamos hablando de catequesis y de nueva evangelización, en ambos casos compartimos un punto en común: la presencia cercana, amorosa, misericordiosa del Señor Jesús en esta comunidad. Por eso, el objetivo principal será el de la inserción real de los hermanos en la vida de la comunidad cristiana.

Estructura General

La experiencia de la fe está programada para tres etapas independientes. Las dos primeras comienzan con la Pascua y finalizan con la Navidad. La tercera es coincidente con el tiempo de Cuaresma.

Cada etapa está dividida en módulos.

La duración de los módulos estará determinada por los objetivos parciales y el contenido catequístico.

Cada módulo está compuesto por celebraciones, encuentros catequísticos, servicios sociales, jornadas de oración, juegos, esparcimiento comunitario.

Las etapas

Cada etapa es independiente una de la otra. Sus contenidos están guiados -como diremos más adelante- por el itinerario bíblico, siguiendo el ciclo de tres años. Cada año el contenido es único y todos los que hacen parte de la pastoral de nueva evangelización comparten los mismos contenidos, sin importar si están haciendo la primera etapa o la segunda.

En el transcurso de cada etapa los sacramentos se celebran progresivamente, siempre de acuerdo con la propuesta bíblica. La iniciación a la reconciliación sacramental no tiene fecha predeterminada, sino que va de la mano del camino evangélico.

La tercer etapa, que es coincidente con el tiempo de Cuaresma -y que centra su atención en la vida bautismal-, fundamentalmente está orientada a la inserción del catecúmeno en la vida celebrativa de la comunidad. Los “encuentros” son las mismas celebraciones dominicales y tiene su momento central en la Pascua, a la que inmediatamente sigue la eucaristía de primera comunión. Luego cada uno puede continuar el itinerario que comienza nuevamente, de manera que quede satisfecha la necesidad de acompañar el crecimiento de quienes han realizado ya su primera comunión.

Módulos

El primer módulo dura lo que el tiempo pascual. El segundo corresponde al período que va de Pentecostés hasta el inicio del Adviento. Y el tercer módulo está referido al tiempo de Adviento.

Primer módulo: correspondiente al tiempo litúrgico de la Pascua. Tiene por principal objetivo el anuncio festivo y la experiencia gozosa en comunidad del Cristo resucitado. La celebración semanal estará en el centro de la experiencia. Por lo tanto, la finalidad de esta primera etapa no es tanto la transmisión de contenidos, sino más bien la celebración festiva de la fe en el Cristo Jesús Vivo en medio de nosotros. Este primer módulo finaliza con la Vigilia de Pentecostés.

Segundo módulo: luego de la primer experiencia, más celebrativa, la segunda etapa está determinada por la metodología del “taller”, donde a partir de la proclamación de la Palabra de Dios iluminamos nuestras vidas. Este segundo módulo se subdivide a su vez en varios submódulos. Todos ellos contienen: taller de fe, jornada de oración, servicio social, celebración.

Tercer módulo: la metodología de esta tercer parte es particularmente misionera. En el centro de la experiencia está la revelación de la humanidad redentora del Señor Jesús y su solidaridad con el hombre, particularmente el hombre pobre. Por eso, al finalizar el año y cercana ya la Navidad, la propuesta es el anuncio de la presencia real de Dios en nuestro barrio, en nuestras casas, en nuestras familias.

Un taller bíblico

El taller bíblico de niños:

un acontecimiento “kerigmático”

Primera etapa

El kerigma en mi vida

1- Mirar al Señor que me está mirando. No estoy ahora delante de una obra literaria, sino junto a él, que tiene palabras de Vida. Todo este proceso es un diálogo con el Señor Jesús, que está conmigo.

2- Partir de la Palabra, así tal cual la he recibido. La leo serenamente, sin “buscarle el pelo al huevo”. Aclaro las palabras que no se comprenden. La saboreo.

3- Pensar. ¿Qué dice esta palabra que viene del Señor? Intento descubrir el mensaje universal, sin llevarlo necesariamente a mi propia vida de entrada. Digo lo que “me parece” que dice, aún cuando no pueda explicitarlo correctamente. Me dejo guiar por el Espíritu que dialoga en mi interior.

4- Sentir con el Señor. ¿Qué “me” dice? Intento formularlo en pocas palabras. O traigo la situación de vida que creo que está iluminando. Tal vez no sea un “mensaje” propiamente el que me comparte el texto, sino más bien un sentimiento interior (paz, sabiduría, quietud, plenitud, alegría, fortaleza, impaciencia, remordimiento, rabia, etc,).

Segunda etapa

El kerigma en nuestra comunidad

1- Escuchar. ¿Qué te dijo el Señor? Tranquilamente compartimos nuestra oración personal. Todos oímos sin cuestionar. Podemos preguntar si no hemos entendido lo que el otro dijo. Es importante poder descubrir el paso del Señor por la vida del hermano que está hablando. Es más importante la resonancia interior –la del hermano y la mía- que la idea.

2- Contemplar. “A mí me parece que el Espíritu Santo nos está diciendo..., nos está animando a... nos está corrigiendo en... nos quiere empujar a... etc”. Ya no es lo que a uno le parece, sino lo que en común estamos sintiendo, después que todos se expresaron. Intentamos formularlo en unas palabras sencillas, claras. En una expresión kerigmática. Y la disfrutamos cantando o simplemente dejando fluir las emociones interiores.

Tercera etapa

El kerigma para los hermanos

1- Ofrecer esa formulación kerigmática a la que hemos llegado y que nació de nuestro encuentro con el Señor. Presentarla como el leimotiv o eje transversal del encuentro. Más que una idea ofrezco una “contemplación”: contenido salvador, resonancia interior, invitación al seguimiento.

2- Escuchar. ¿Qué les parece esto? ¿Qué significan esas palabras? Dejar que todos hablen, que pregunten, que sugieran, que se rían, que relacionen, etc.

3- Sentir con el Señor. ¿Y a cada uno de nosotros nos está diciendo algo? ¿Qué? Lo llevamos a la propia vida. Tal vez a alguna situación personal, grupal o familiar, algún hecho de carácter público y que está a flor de piel. Le abrimos el espacio a la “corporeidad” (dibujar, cantar, representar, recortar, etc).

4- Pensar. ¿Qué podemos hacer entonces? Algo concreto, puntual, alcanzable esta semana, este mes.

5- Llegar a la Palabra. Introducimos la Biblia: siempre con fiesta, música y adornos. Leemos la palabra desde la cual partimos. Y, finalmente, miramos al Señor y le ofrecemos nuestra oración, alabanza, etc.

Matrimonio

Todas las parejas que deseen celebrar su matrimonio en nuestra comunidad pueden acercarse en el horario de la secretaría para reservar con anticipación el día y el horario más apropiado.
Es necesario realizar con tiempo una serie de formalidades muy simples, a saber:
  • Pedir en la parroquia donde los novios han sido bautizados un nuevo certificado de bautismo.
  • Completar con sus datos el "Expediente Matrimonial".
  • Elegir dos testigos de información (amigos o conocidos que atestigüen que el matrimonio puede realizarse sin inconvenientes).
  • Concretar -junto con los testigos- una entrevista con el padre que celebrará con los novios el matrimonio.
  • Participar de un taller previo, donde se tendrá la posibilidad de compartir con otras parejas las propias experiencias de vida de cara al futuro.

Bautismos

En San Ignacio, los bautismos se celebran el 2º sábado de cada mes, a las 10:30 de la mañana. Es necesario reservar la fecha en la secretaría parroquia al menos con un mes de anticipación.
El viernes de la semana anterior, a las 20, compartimos en la comunidad un encuentro de preparación con los padres y los padrinos.
Y en la capilla de Malvinas Argentinas, los bautismos se realizan el 3º sábado, a las 16. El encuentro previo es el lunes de la semana anterior, a las 20.

Eucaristía

  • En San Ignacio, de martes a sábado, a las 18 hs. Y los domingos a las 19:30.
  • En Santa Rita, los sábados a las 19:30 y los domingos a las 8:30. Todos los 22 a las 18.
  • En San José, los sábados a las 18.
  • En Nuestra Señora de Fátima, los domingos a las 10.
  • En Nuestra Señora del Valle, los domingos a las 11.

Hubo fiesta en Zepa



¡50 AÑOS!


Querida Señora:

Se sorprenderá de mi carta. O al menos, eso espero. Es mi deseo más sostenido: sorprenderla. O, tal vez, lo que me gustaría es seguir siendo una sorpresa en su vida. Y que usted lo sea en la mía.

Bueno, pero ahora que puse esto en el papel, tengo miedo de no alcanzar mi cometido. Y, en vez de sorprenderla, simplemente asustarla o incomodarla con mis impertinencias.

Mucha introducción, ¿no? No tenga miedo. Todo lo que quiero ofrecerle es un poco de la esperanza que hay en mi terruño interior. En realidad, esto de compartir la interioridad lo aprendí de usted. Yo no sé si llega a darse cuenta de que su corazón está entreabierto. Y perdóneme si soy medio pedregoso al hablar; digo “entreabierto” porque me parece que es algo así como una fruta madura que aún no se la puede cosechar. Y a mí no me gustaría ser como esa zorra -¿se acuerda de la historia?- que determinó que lo frutos estaban verdes cuando en realidad estaban altos para su salto. He conocido muchas zorras que abandonaron el salto por no sentirse a la altura de la fruta. Me gustaría que no fuese mi caso.

Pero le tengo que decir, sin disimulos, que tampoco es el suyo. Usted no es ninguna zorra, porque nunca dejó de saltar alto. Y, a fuerza de mordiscos, viene probando fruta buena. Aunque a veces lo bueno madure más bien alto. Siempre es así: toma color primero la que está más en la copa y recibe primero el sol. Y usted es un poco así también: madura por sectores. Y hay que saber mirar un frutal para darse cuenta si ya es tiempo de cosecha. Son muchas las veces que nuestra altura, más bien chata, nos permite observar sólo la frutita que está a la medida de nuestros ojos. Eso para no decir que siempre estamos como tentados de creer que lo único que existe es lo que vemos. Y lo que no alcanzamos a ver… decae en consistencia.

A mí también, querida Señora, me pasa a menudo que mi altura me vuelve un poco ciego. Y al tener al alcance de la vista -¡y de las manos!- mucha fruta verde, me alejo de tanta maleza retrucándole por lo bajo su incapacidad de madurar.

Y no maduramos parejo.

Hay que animarse a saltar alto –como no se animó la zorra del cuento- para disfrutar lo dulce y sabroso de una fruta a punto. Y le confieso que, quienes la conocemos a usted, no nos desanimamos tan fácilmente… con tal de disfrutar sus sabores altos. Los que no están tan a la mano.

Sí, ya sé lo que está pensando: que la zorra es mala y comenta. Me enteré que a usted le duele un poco que se ande diciendo por ahí que todavía está verde, que no termina nunca de madurar, que no vale la pena ni siquiera saltar para ver si hay algo gustoso más allá del velo de sus hojas. No se haga drama: así son las zorras. Tan incapaces para mirar alto que critican todo lo que no pueden ver. Es fácil darse cuenta que una zorra anduvo hablando: no puede aceptar que haya frutos maduros, simplemente porque ella no los alcanza. Cualquier madurez la denuncia. Y no soporta ser puesta en evidencia por quien se dedicó a crecer.

Póngase contenta, mi Señora amiga: si hay zorras rastreras es signo que hay frutos para la cosecha. Así que no les tenga miedo. Dé gracias a Dios que existen: así, usted se da por enterada de sus propias bondades.

Si le sirve saberlo, son muchos los que la comprenden y la quieren. Andar por la vida con los oídos abiertos nos da la posibilidad de escuchar. Y le digo que escuché mucho acerca de usted. No viene al caso contarle los detalles. Me parece que usted los conoce, y bien. Pero hay algo que no me quiero guardar y creo que le va a hacer bien saberlo. Es simple, pero hondamente grato.

Ya son multitud los que esperan mucho de usted. Le digo más: son más bien pobres, en general un poco dejados de lado o mal juzgados. No tienen una gran trayectoria ni apellido. En el común de los casos, más bien todo lo contrario. Cargan con historias un poco dolorosas y otro poco equivocadas; esperan mucho de usted y a la vez –me estoy sincerando- no esperan nada. Le digo más: usted casi casi que no se va a enterar si se han sentido un poco defraudados o no tenidos en cuenta. Mire, se lo explico un poco mejor porque me estoy embarrando sin proponérmelo. Son muchos los que a lo largo de su vida fueron lisa y llanamente usados o defraudados. Ellos creyeron en promesas que prometían –valga la redundancia- un estilo de vida mejor “para todos”. Pero los prometedores, todos por igual, fueron desapareciendo uno a uno. Y los creyentes en sus promesas se dieron cuenta -¡otra vez!- que lo único que tenían delante eran personas y grupos que en realidad los necesitaban a ellos para hacer su propia carrera. A esos defraudados de siempre me refiero yo. Ya no reclaman nada. Y eso puede ser un problema. No sé si no reclaman porque no esperan nada de nadie o porque sienten que su reclamo es poco valioso y no merece ser ni siquiera dicho. No sabría decirle con claridad…

Y eso es un arma de doble filo: medio que nos convencemos de que siempre hacemos las cosas bien porque nadie nos dice nada.

En realidad, sí lo están diciendo, pero sin palabras. Simplemente ausentándose de su mirada, querida Señora. Y créame que nosotros somos un poquito analfabetos de ese modo de comunicar.

Pero también hay otros que preguntan mucho por usted. O, a decir verdad, preguntan por un tipo de frutos que no encuentran en usted. Y no lo están encontrando en nadie. Es la gente que perdió de vista el horizonte en su vida y ya nada la satisface. Sienten que hay una gran diversidad de propuestas, pero ninguna nutritiva. Yo sé que es complicado todo esto, pero ni usted misma se da cuenta de lo que es capaz de generar.

Sépalo: usted no carga con todos los frutos ni con todos los sabores. Pero, permítame recordarle algo que usted antes sabía. Entre sus hojas, a veces verdes, a veces amarillentas, siempre se puede encontrar un Fruto que nadie más lo puede ofrecer. Es paradójico, pero de ese Fruto nació usted. Y es el que la ama. ¡Hábleles de él! Aunque usted crea que a nadie le interesa saber sobre el amor que usted le tiene, hábleles de él. Si no es usted, ¿quién lo va a hacer? De tanto escuchar que ese Fruto estaba en extinción, terminamos por descreer de nosotros mismos y de nuestra capacidad de engendrarlo. ¡Háblenos de él! Se lo pido en nombre de los pobres. También en nombre de los “sin horizonte”.

Ya me empiezo a despedir. Como ve, tenía muchas cosas para decirle. Y en realidad, tengo muchas más, pero éstas son las importantes. Y se las digo porque la quiero.

Ah, ya me olvidaba. Me enteré que este año que pasó estuvo cumpliendo 50 añitos. Me llegaron algunas fotos y se la ve espléndida. ¡Feliz cumpleaños! ¡Por 50 más!

Que Dios me la bendiga mucho.

La vida nos sorprendió de nuevo


De pequeños fuimos preparados para entender lo que sucede más allá de nuestras narices. El sol, la luna, las estrellas, las constelaciones… De todo eso nos sentimos conocedores. Nuestro pueblo lleva en su sangre esa inclinación, diría “natural”, hacia lo que no se ve con una sola mirada.

Pero esta vez era distinto.

Sabíamos más o menos bien que estábamos acercándonos a una fecha importante. Nuestros saberes lo venían presintiendo. Y nosotros no podíamos disimular el hormigueo que nos recorría el alma a medida que pasaban los días y se acercaba el acontecimiento ignoto.

Teníamos pocas pistas. Lo que debía suceder no acontecería en nuestra tierra y, sin embargo, nos involucraría tan desde dentro que los parámetros para determinar cuál es “nuestra tierra” y cuál no lo es quedarían confundidos definitivamente.

Entre las pistas firmes descollaba una “estrella”. En realidad, coincidíamos que aparecería en Oriente una luz muy distinta a las que estamos acostumbrados a ver por las noches. Eso nos mantuvo en vela durante varias semanas. Meses, más bien. Teníamos un poco de temor que apareciese y nosotros estuviésemos dormidos. O desatentos. Y no quisimos darnos margen al error. O, al menos, a ese error.

La espera de la aparición de la estrella de Oriente nos hizo reflexionar mucho. Ese tiempo previo fue en verdad una transformación desde dentro.

Ese astro que nos llevaría de una noche a otra en dirección a Oriente nos hizo pensar que lo que estaría por suceder sería más importante que el astro mismo. Nosotros le habíamos dado la vida entera al estudio de las sabidurías antiguas, pero parecía que lo que estaba por venir era más sabio que todas nuestras luces. Y sería una estrella del cielo la que lo anunciaría.

Y vimos la estrella en Oriente.

Estaba exactamente donde la imaginábamos, y no nos sentíamos en capacidad de discutir la evidencia: su luz y nuestra felicidad.

Cargamos con todo: escritos, mapas y todos los elementos para orientarnos mientras la luz no nos guiase. Y, como se estila en nuestra tierra, regalos y ofrendas para darle a… ¿A quién? No importaba eso. Seguramente, en ese pueblo estarían tan de fiesta por el acontecimiento que no sería difícil darnos cuenta lo que estaba sucediendo.

La peregrinación en pos de una estrella fue realmente luminosa. Los momentos que el desierto nos regalaba para descansar del viaje eran aprovechados para seguir leyendo y pensando.

- “Debiera ser parecido a un rey”, dijo uno con aire de intriga. El apremio de nuestras miradas lo obligó a continuar: “Hay un pueblo, más bien pequeño, que está a la espera de un cambio tan de raíz que lleva años bajo el dominio extranjero y sigue esperando a Aquel que debe venir. Sus profetas dicen que será el Rey definitivo, que debe unir a todas las tribus y a todas las naciones bajo su único mando. Que será Rey de Paz para todos los hombres de la tierra”

Hicimos silencio. Hacía falta tiempo y serenidad para procesar todo lo que ya sabíamos. Aunque era poco, alcanzaba. “Rey de Paz”, “profetas”, “pueblo pequeño”… pensamos inmediatamente en Israel. No era la nación más importante y no lo sería por muchos años más. Este dato nos desconcertaba. ¿Podría surgir de un pueblo esclavo, pobre y aturdido de dolores una sabiduría que superase nuestras más antiguas tradiciones? Sus sabios eran artesanos. Su historia, de las más increíbles: fueron la nación más grande de la región y ahora viven subyugados económica, política y socialmente. Son más bien pocos los que se mantuvieron fieles a esa esperanza, pero imaginamos que si el “Día” llegó, el pueblo sería una fiesta en todas sus calles.

Esa mañana era una promesa de historia. Nuestra entrada a Jerusalén no pasó desapercibida por nadie. Muchos creían que veníamos para el censo universal. De inmediato nos indicaron donde estaba el palacio real. ¿Sería allí? Entonces, revelamos a las autoridades nuestra procedencia y que allí estábamos pues sabíamos que un nuevo Rey estaría por nacer y veníamos simplemente a adorarlo. Sospechábamos que traería la paz y la hermandad. Que en sus días florecería la justicia. Y que una estrella, casi como rindiéndole culto, lo está anunciando.

El Rey quedó mudo. Y nosotros terriblemente desilusionados. ¡Nadie sabía nada! ¿Cómo podía ser que esta gente no estuviese al tanto de lo que estaba sucediendo en su mismo pueblo?

¡Qué dolorosa ceguera la del poder! Incapacita para descubrir la vida. Y la termina prohibiendo desde su tallo. El lujo, el dominio sobre la vida de los demás, vivir para dar órdenes, decidir sobre el futuro de todos, aduladores del poder, los dineros mal habidos… ¡Vacíos! El peso de su existencia termina por encorvar la dignidad de los pueblos.

Salimos inmediatamente de allí. Con un sabor tan amargo en el alma... Evidentemente, nos habíamos equivocado.

Mientras discutíamos si regresar esa misma tarde o aguardar a la mañana, se nos acerca a toda velocidad un hombre enviado del palacio. “El nuevo Rey debe nacer en Belén, la ciudad de David. Vayan y verifiquen todo; y cuando vuelvan avisen al rey, para que también él pueda ir a adorarlo”. ¿Sería verdad? En medio de tanta falsedad, creer algo tan simple se hacía imposible. Sin ninguna expectativa, nos dirigimos hacia Belén.

Y apareció la estrella.

¡Qué alegría cuando la volvimos a ver! Nos habíamos equivocado, pero seguíamos en el camino. El Rey por nacer –o ya nacido- nos daba una nueva oportunidad. ¿Por qué dudamos?

En Belén, para nuestro asombro, nadie sabía nada tampoco. ¿Sería posible que el Sol que nace de lo alto se nos hiciese inaccesible? ¿Por qué esta gente no sabía nada, si justamente, el acontecimiento era para su felicidad? ¿Por qué nadie les anunció lo que sucedería? ¿Por qué, tal vez, no quisieron oirlo?

La luz de la estrella se reflejó sobre una posada, entre todas, de forma desigual. No podíamos creer que ése sería el lugar elegido. Y para nuestro descanso, no lo era. Suponíamos que no podía ser un lugar así. Al salir, una mujer nos dijo que un bebé había nacido en el pesebre que estaba junto a la posada. No queríamos perder más tiempo así que intentamos salir de allí a toda prisa, pero la mujer insistió. Quisimos darle algo para que le llevara a ese niño y así quedar libres, pero no lo logramos. Nos obligó a ir personalmente y vimos a una mujer muy bonita y muy joven. Junto a ella estaba su esposo, joven también. Y, recostado en el pesebre, envuelto en pañales, el niño que había nacido. ¿Este era el Rey que estábamos buscando? La estrella ya no estaba más. Sentimos al unísono la necesidad de ofrecerle los regalos. ¿Y si no era? Ahí mismo descubrimos que el pueblo no se daría cuenta tan fácilmente de este acontecimiento porque el que había nacido era igual a ellos: pobre, lejos de casa, desconocido. No tenía aspecto exterior que lo diferenciara de los demás. Era uno de tantos.

Allí mismo tomamos la decisión de aceptar y recibir la novedad. Nos dimos cuenta que el torrente de felicidad buscada tiene rostro y nombre: Jesús, nacido en Belén. Todos los niños son algo especial. Pero éste, además, no sólo traía la paz, sino que él mismo es paz. El mismo es la posibilidad abierta de una humanidad nueva. Y no se impondría de ninguna manera distinta a la del amor.

Son muchos los hombres y las mujeres como mucha son las estrellas. Pareciera que cada uno se deja guiar por una, por la propia. Y la nombra de una manera original: destino, vida, el camino, la misión en este mundo. Son muchos los nombres. Cada uno tiene su estrella. Pero ninguna lo puede iluminar de la forma como esta otra Estrella de Belén, que es un bebé de cuna pobre, de madre joven y de padre obrero. Nos dimos cuenta que no hay saber ni ciencia que arraigue tan hondo en el corazón humano capaz de llenarlo de luz. Mucho menos devolverle su dignidad mayor: somos hijos. Todo lo que esperábamos lo obtuvimos con creces. Lo que buscábamos lo alcanzamos y aún nos sobra. Ese niño es plenitud y abundancia. Es el presente de un Dios que no abandona a su gente.

A los pocos días, y muy a nuestro pesar, volvimos a nuestra tierra, sin pasar por Jerusalén. Ese otro rey no merecería más esa dignidad. A partir de ese día, sabíamos que todo estaba por hacerse… En realidad, ya todo estaba hecho.